sábado, 11 de enero de 2014

Me gustaría ser lo que no soy, saber lo que no aprendí, amar lo que no supe y así poder regalártelo.

Los abuelos no duermen porque llega una edad en la que el cuerpo biológicamente se descuadra. Probablemente los problemas de insomnio se hallen pues en otros remansos del laberinto de sensaciones que pueblan nuestro yo. 
Aquellas noches no dormía bien, o simplemente no dormía, se metía en la cama con la intención de cerrar los ojos y dejarse llevar a donde los sueños llevan o aún ni siquiera eso, cerrar los ojos y olvidar. La monotonía de los días es la mejor aliada de la excusa que nos lleva al desaliento, el escudo perfecto que sirve a nuestra mente como parapeto imaginario. Cerrar los ojos sin más y abandonar el alma y el cuerpo desemboca irremisiblemente en el sueño. Pero si al cerrar los ojos la mente vuela y las palabras y los recuerdos fluyen como ríos caudalosos el problema no está en la biología sino en los sentimientos.
Las personas ven lo que quieren ver y oyen lo que quieren oír, de nada sirve luchar contra lo que la mente ha aceptado como lo deseable por muy deseable que sea la otra oferta. Y aquí es donde entra en juego el juego de las palabras, de los momentos de los instantes y los matices.
Una vida suele regirse por momentos vividos y escaneados en nuestro alma para ir escribiendo su libro página a página, pero son todos y cada uno de esos momentos los que forman el libro, en sí un capitulo no es nada.
Mientras la cabeza daba vueltas a lo hermoso de aquel momento e inventaba y garabateaba instantes mágicos la musa del sueño era incapaz de dominar su cuerpo y las vueltas en la cama se sucedían una y otra vez sin poder comprender el porque de su desvelo y a la par empezaba a procesar otros instantes como verdaderos desastres nucleares que incluso pudieran ser capaces de dinamitar toda su vida.
Un adulador es capaz de regalar la frase más bonita que jamás hayamos escuchado, ¿pero sería capaz de regalar su vida día a día?. 
La pareja, ese extraño ente que para que funcione ha de sincronizarse como un reloj suizo en el que cada uno ademas a de hacer de relojero del otro y que cuando comienza funciona milimétricamente. Al comienzo todo cuando se dice es sintetizado por la dopamina hacia la felicidad más absoluta o hacia el llanto más desconsolado. La familia, la casa, los niños... el roce cotidiano, que como zapato justo va dejando pequeñas heridas fácilmente tratables con una tirita, parecen entonces incurables.
Y el tiempo torna a otra cosa y las miradas y las frases fijan su rumbo en otros que ya no son ellos, o por lo menos no todas y por increíble que parezca un "te quiero" se bebe como se bebe un vaso de agua en vez del gin-tónic que nos mareaba hace no muchos años.
Pero al final cuando ya cansada la mente caiga en un sueño profundo se podrá vislumbrar el último capítulo, aquel que como al comienzo sólo tiene dos protagonistas....y entonces alguien podrá decir también, "Me gustaría ver películas contigo" y obtener por respuesta "A mí lo que me gusta es hayas sido el protagonista de la película de mi vida".
Para entonces el insomnio probablemente si sea biológico.


Me acerqué a ella y le di un beso muy suave en los labios.

¡¡Aviso!!

El siguiente enlace le va a conducir a una publicación de contenido erótico, 
si usted no es mayor de 18 años o es sensible a este tipo de publicaciones