Descubro la vida en otros
ojos
que son el mundo,
la espiga verde mecida por
el viento
que abraza el grano.
Pequeñas playas en un
desierto
donde no hay oasis,
mar de estrellas, fanales de
mis noches.
Pero esos ojos tienen
precio.
Después de los años
el amor puede ser un brebaje
amargo
si se toma de un trago
en la sombra de cualquier
luna,
como esos naufragios que se
sufren
cuando el corazón
vira el rumbo de repente
subestimando la fuerza de
las olas,
y el casco —simplemente—,
no aguanta la embestida.