Pretende sin más mi cordura
negarte también en algún beso,
como si del engaño dependiera
el latido, la sangre que fluye
desbocada,
y el pecho
abierto en azul, no supiera
que jamás (el beso cuerdo)
es torrente de pasión.
Que la vida
—también—
es ese instante de locura
en el que tus ojos
se clavan en los míos,
mientras
el arco de tu sonrisa profana
la prudencia
haciendo huella en el impulso
y mis labios se acercan a los
tuyos
y se preguntan:
¿Qué sabrá este cuerdo de
besar,
si no lo hace como un loco?