Hay horas que no se
necesitan
que son paso estremecido
de la vida,
gravedad gris
-como una losa-
ahogando el pecho en sí
disminuido.
Fin de sueños, auroras
venideras,
noches de abrazos
clausurados.
Tiempo inverso el que se
añade
al sereno transitar que
son los años.
Hay horas que no se
necesitan,
que deshacen el camino
proyectado,
sin permiso
mientras el corazón
ausente
redobla sus latidos y se
dilata.
No es tiempo quizá para el
desánimo
y sin embargo
se apaga el aire en los
pulmones,
se desnudan las lágrimas
frías ya como la escarcha,
y se hacen llanto.
Aquí donde conviven
realidad y sueños
bajo el sombrío cielo del desaliento.