Ni tú,
ni nadie,
solo el camino
y mis botas.
Puede que alguna piedra
mojada a mi paso,
como testigo transitorio
de una lágrima.
Y el viento, que se desdice
cada vez que rolan
mis pensamientos, y se agolpan
aturullados.
Ni tú,
ni nadie,
sabe del silencio
de mis huellas.
Ni siquiera
de las arrugas de mi frente,
ni de las cicatrices
del tiempo que me pesa.
Desnudo y yermo
desando lo ido,
al encuentro de lo incierto
que me asfixia.
Y de las dudas,
que se clavan como espinas
mientras esperan respuestas,
y no silencios.
Ni tú
ni nadie,
imagina la ausencia
de no ser quien fui.
A veces,
ni yo mismo siento
de puertas adentro,
si no lo siento por ti.