“Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.”
Jaime Gil de Biedma.
Llega el día, y
queda el tiempo
—desordenado—
para hilvanar (si
cabe) las costuras,
la deuda pendiente con
la vida
y alguna cicatriz que
fue destino.
Retomar el lienzo
abandonado
y esparcir en él
el alma, la magia del
instante,
el color de la
sonrisa
sin premura.
Olvidar los años que
ya son pasado
y abrazar un bosque
en la mirada,
gritar al eco tus
seis letras
como un pájaro en la
lluvia,
sin miedo al
horizonte.
Sentir los sueños aún
más cerca
al roce de tus dedos,
porque nada acaba
aquí
y otros retos se
avivan
desde dentro,
como olas que emergen
indomables.
Recuerda sin más,
que siempre seguirán
allí
las huellas por donde
pisaste,
el viejo pasillo,
la perpetua memoria
de los ausentes,
y aquél café de dos
minutos
donde tú y yo —alguna
vez—
también le pusimos
un sorbo de luz al infinito.