miércoles, 3 de julio de 2013

La paz no se mide en unidades de lujo.....


Lo cierto es que me he dado cuenta que soy un ser bastante rural..............

No he de negar que para la época en la que nos encontramos soy una persona que gusta de disfrutar de lo que el progreso a puesto en nuestras manos más o menos al día, (siempre que la capacidad ahorradora me lo permita). Vamos que como se diría vulgarmente me gusta estar a la última.

Pero en ocasiones uno tiene la gran suerte de poder reencontrarse con el pasado, echar la vista atrás y olvidar por un momento que "la crisis", "la prensa", "el fútbol" o el "ordenador" forman parte de la piel que habitamos.

Hacía tiempo que no lo hacía, pero este fin de semana me fui y lo hice dispuesto a olvidar durante tres días el progreso (en un 90%, siempre hay excepciones). Tes benditos días en los que un mortal se puede dar cuenta que en ocasiones lo poco es todo para rellenar el alma de pilas Li-Ion.

Una escapada al otro mundo, ese mundo que aunque nos parezca lejano ha estado ahí no hace mucho y del que muchos de nosotros tuvimos la suerte de disfrutar para luego encerrarlo en el más absurdo de los olvidos.

Tres días en los que los Resort todo incluido, con sus magnificas conexiones wi-fi, pantallas de plasma y piscinas de agua clorada a las que habitualmente nos encanta ir son una pantomima del descanso y la relajación.

Me fui a una casa de pueblo, ni siquiera turismo rural aunque para la circunstancia sea lo que más se le asemeja, una casa de pueblo a la más pura usanza. Un lugar donde aún habiendo, la televisión no se ha encendido ni un solo minuto, donde el agua del grifo se obviaba para ir a la fuente a por el cántaro fresco, donde comer y hacer sobremesa o echar la siesta a la fresca eran parte de un ritual idílico. 

He recordado que el descanso no es rodearte de gente luciendo palmito moreno en una tumbona playera, donde la cerveza o el vino en porrón con un trozo de queso y hogaza sonrojan a las caipirinhas y a los cócteles más sofisticados.

He vuelto a experimentar que levantarse a las 7 de la mañana para pasear por un angosto sendero entre eucaliptos y robles con los fascinantes sonidos de los cencerros de las reses resonando en la ladera, son mucho más evocadores y reponedores que el sonido machacón de una disco-móvil playera.

He comprobado que compartir estas experiencias con tus amigos y tu familia es la mejor manera de unir pasado y  presente, de recordar lo que fuimos, de donde venimos y lo que nos costó llegar aquí. 

En definitiva he comprobado que se puede vivir con muy poco siendo un mucho el aprendizaje y quizá en estos momentos debamos todos echar la vista atrás y rescatar otras formas de vida tanto o más enriquecedoras de las que acostumbramos a usar, de enseñar a nuestro hijos que si no podemos comprar una playstation quizá todavía podamos jugar a las canicas. 

Quizá en algún angosto sendero las reflexiones te lleven a pensar que no es que tengamos que renunciar al progreso ni mucho menos, pero probablemente si debiéramos adaptarlo a nuestras propias circunstancias.



  

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