Los perros huelen sangre
en las fronteras de nieve
y aúllan, como perros,
mientras se juega al mus
en una mesa blanca.
Hay [bandas] de pájaros
sobrevolando calles ,
donde la muerte espera
acurrucada
en el ala frívola de un machete.
Un joven suspende la vida,
y mata
sin remordimientos
a los protagonistas del Thriller,
convirtiendo la escena en un déjà vu perpetuo.
Esther y Marta, charlan
—seguramente —
sobre la zafia inconsistencia del derecho
en cualquier cuneta de la “lex romana”,
mientras los cuervos sacan brillo a sus picos
e intercambian votos por escaños.
Un padre de familia, en paro,
mastica atónito frente al televisor
las efímeras sobras del almuerzo,
(ha vuelto a subir la gasolina)
y exhalando volutas de “omicron”
exclama:
“No nos da ni pá quemaros cabrones”.
Entre tanto, otro barco naufraga,
y el mar,
que no se avergüenza de sus muertos,
reclama el aliento del marino
que siempre faena a hostias con la vida,
la puta vida.
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