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Él era pura arcilla y ella artista, era capaz de moldearlo a su antojo...
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Sombra de mujer la que cautiva mi alma, cuerpo sibilino que turba mi razón hasta perderme en la necedad de mi ser.
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Todo en él, salvo su mirada la pareció falso, devastado y frío...
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Al final obtener tus labios mojados en deseos mutuos, esos que más tarde serán testigos de pasiones.
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En ocasiones mi corazón se debate entre la velocidad y la angustia; entonces cierro los ojos y encuentro el sosiego de un verso, quizá de una lágrima.
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Una madre por el hecho de serlo, renuncia a su libertad para ser por siempre la encantada esclava de sus hijos.
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Miradas que provocan deseos infinitos.
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No me duran mucho las ilusiones, siempre me regalan cajas de ilusiones de chocolate y se me deshacen en las manos.
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La eternidad ha de ser como una especie de hora que por lo visto no acaba nunca.
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Me dijeron; ¡sé feliz!.
Entonces imaginé ser niño.
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Soy muy soberbio, ambicioso, vengativo, con más pecados que cabeza para concebirlos.
Digamos que soy un hombre.
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El destino no existe;
sino la muerte
que es el último destino,
sólo existen los pasos
que forjan el camino.
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Nos pasamos la vida esperando cosas que los demás no pueden darnos.
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Reconocer tu mirada detrás de cada recodo del camino, detrás de cada instante de mi vida y allí desearte eternamente.
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Lo más insultante que puedo hacer por mi alma es repetirme, es hacerla vivir lo ya vivido.
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Las lágrimas, esas que mojaban sus pies a cada paso, brotaban directamente del corazón.
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Navegó por mares de tinieblas hasta encontrar un nuevo mundo, un mundo de soleados corazones.
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Cuando todo parecía perdido, encontré tu oasis, ese que me devolvió a la vida.
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Una sonrisa intensifica los labios como la luz intensifica una mirada...
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Nostalgia de esas noches en las que abrazados amanecíamos al nuevo día con el perfume del amor invadiéndolo todo.
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Eres una mujer con la que se podría bailar toda la vida sin notar el paso del tiempo...
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Tú mi maestra, esa que domina mis sentidos, mis fantasías, mis desvelos nocturnos... ¿cómo ignorar tu mirada?
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¿Acaso no hay rosas que hieren más que dagas?, pues éstas suelen estar ocultas en amores falsos.
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Quién pretende sin razón
mis pasiones derribar,
y no consigue sino dar
más aliento a la intención.
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Dónde guardo
tus miradas,
dónde tus besos,
tus abrazos
y tus caricias,
los versos susurrados,
las sentidas pasiones,
¿dónde?
si ya no hay nada.
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