domingo, 28 de diciembre de 2014

Microrrelato para un cross...



Laura se agachó y miró en silencio aquel charco sobre el que sus lágrimas comenzaban a llover…



            Habían pasado ya doce meses, doce largos meses desde que Laura hubo corrido su última carrera, de pie, con la mirada perdida en la pista respiraba el gélido frío que la mañana regalaba a los participantes, inhaló profundo y sonrío, ahora estaba dispuesta a rememorar todo lo que la vida la había enseñado en este último año de su vida.

Después de aquel 15 de diciembre la vida la había enseñado a correr por otro tipo de pistas en las que superarse cada día era un reto, un constante esfuerzo de superación.

            Todo comenzó en la ducha aquella mañana, donde ni siquiera su marca estuvo entre las mejores, ¡aquel maldito bulto en el pecho!, se asustó, juraría una  y mil veces no haberlo notado antes. Al día siguiente tras las pruebas correspondientes tuvo la confirmación de lo que en la noche no cesó de llorar a solas, ¡tenía cáncer! ella, una deportista de élite, sus sentidos no daban crédito al informe.

            Se enfrentaba al mayor reto de su vida, a su carrera más difícil, y desde aquel momento todas sus fuerzas estarían destinadas a luchar, como siempre había hecho a vadear el fango de la desesperanza, como en tantas carreras…

            Los próximos meses el entrenamiento sería duro, pero estaba dispuesta.

            Recogió el informe y salió de la consulta con el convencimiento de que aquella carrera la iba a ganar.

            21 de diciembre de 2015, hacía solo tres meses que Laura había vuelto a entrenar, sin un pecho y con las fuerzas que las cicatrices de la vida la habían dejado en el cuerpo tomó posición en la línea de salida.

            Tras el pistoletazo, un mundo de sensaciones le vinieron a la mente, sus padres, sus hijos, los meses de hospital soportando aquellos horribles ciclos de quimioterapia, su gorro rosa cuando se quedó sin pelo.

            Corrió, cerró los ojos y corrió como el viento corre enrabietado tras una tormenta, apretó los dientes y fue superando una a una a todas sus oponentes hasta colocarse entre las cinco primeras.

            Sólo quedaba una vuelta y aquella Keniata era insoportablemente rápida, pero no iba a rendirse ahora, llevaba un año sin hacerlo, un año venciendo día a día cada obstáculo.

            En el último kilómetro logró ponerse en cabeza sintiendo de nuevo que una vez más su tesón iba a darla la razón, ganaría aquella carrera.

            Las fuerzas eran justas y el cansancio la jugó una mala pasada tan solo a 50 metros de la llegada cuando se vio superada de nuevo por aquella muchacha infernal…

            Laura cruzó la meta…

            Se quitó el gorro rosa, se agachó y miró en silencio aquel charco sobre el que sus lágrimas comenzaban a llover…

            “Mucho tiempo después recordaría aquel día como uno de los más importantes de su vida. La carrera en la que quedó segunda pudiendo haber alcanzado la gloria.”

            Han pasado ya doce años, hoy Laura se dispone a dar la salida al XLVII Cross Internacional de Venta de Baños.


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