Ochenta y nueve días
sin ti,
en esta abstracción
que se hace eco
de los hielos del invierno,
el tuyo y el mío.
Mirar de nuevo el horizonte
se hace indispensable,
sin más miedo
que la luz que nos ciega.
De nuevo, se ven flores
en el jardín
y los rayos de
sol
acarician los capullos,
hasta el éxtasis.
Los pétalos
cual surtidores invisibles
esparcen su hálito
de embriagador aroma;
hoy canta un gorrión en la ventana
y me recuerda
que podemos ser primavera.
Yo
te seguiré esperando
en todas las estaciones...
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