A
veces aún me mira
-de
reojo-
desde
el otro lado de la puerta.
Y
yo sonrío, sin más,
como
cuando estaba
infatigable
al saludo.
Entonces,
respiro profundo,
con
un suspiro plomizo
que
me delata al instante.
Echo
de menos su mirada.
Tanto
como el mar a la luna nueva
en
su tiempo de ausencia.
Oscuridad,
en esa parte del corazón
que
murió con ella.
Demasiados
años -juntos-,
para
no volver la cabeza
añorando
su tiempo a mi lado,
y
esa parte de mí
que
enterré con ella.
A
veces miro
de
reojo
desde
el otro lado de la puerta.
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