Día 18.
Puedo oír el deseo
bajo mi pecho y tu falda
a solo un pensamiento del
encuentro
para amarnos despacio.
Puedo sentir como se agita
el mar
y se hace ola creciente
en la trastienda
el tacto que nos prende,
cómo ávidas
las manos otorgan su sexo
desnudando la cita y la
piel.
Profanar el cuerpo,
penetrar en él vaciando el
alma,
asir sin más el destino.
Vomitar el brío que nos
quema
con cada envite, en cada
gemido delegado,
ejecutar
y a la vez morir en el
resuello.
En eso consiste el
instante
para no perdernos en el
tiempo
que nos conceden.
Día 18.
Late el deseo
bajo el pecho extenuado
y la desnudez de dos sexos
febriles,
la falda y los vaqueros
aún yacen en el suelo como
testigos.
El mar…
poco a poco se hace balsa.
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